6 de marzo de 2008

Experiencias del trabajo

En mi trabajo (exposición de cuadros del Banco Central) siempre pasan cosas curiosas, creo que el arte atrae a todo tipo de personas, y al decir todo tipo es porque realmente "hay de todo". Existen varios personajes que van con frecuencia, y es sobre ellos que quiero escribir, porque las personas comunes me aburren. El primero de ellos es uno que hace tiempo no veo, pero su singularidad se debe a un gesto muy particular: al acercarse a un cuadro levanta uno de los pies, mientras que se inclina para ver mejor. Realmente suena muy fome si lo escribo, pero verlo es realmente curioso. El segundo personaje (y mi favorito) es uno que mueve la cabeza como si estuviese asintiendo (¡constantemente!), que es conocido porque siempre va con lápiz y papel en las manos. Debo confesar que soy bastante psicópata, pero me da la impresión de que usa el primer papel que encuentra, porque generalmente son boletas o cuentas (de luz, agua, etc), nunca un cuaderno, croquera, bitácora, o algo por el estilo. Cuando entra, va directo (sin desvíos ni distracciones) a un cuadro específico. El punto es que todos los días es un cuadro distinto, y lo que hace es apoyar su papel en la pared y escribir hasta que repentinamente se va. Esta semana no lo he visto, y tengo ganas de verlo porque quiero saber qué escribe. Me intriga mucho el hecho de que las posibilidades sean tan amplias, que su escritura se puede mover entre dos extremos: en primer lugar uno piensa "probablemente sabe de arte y hace reflexiones, por algo viene a la exposición"; pero por otro lado existe la posibilidad de que en realidad el haga lo mismo en todas partes, tanto exposiciones de arte como en supermercados, y lo que hace es escribir garabatos e incoherencias... ¡tal vez ni siquiera sabe escribir! (puede ser, a lo lejos su letra se ve como la de un doctor, que a propósito tengo que reconocer que me molesta mucho que estos tipos estudien tantos años y no sepan escribir con buena letra). En fin, cuando sepa qué es lo que escribe lo sabrán (si es que hay alguien leyendo esto, y si es que le importa).
Otra cosa curiosa es el libro de "Sugerencias y Reclamos", el cual me gusta leer cuando no hay nadie en las salas de exposición. Acostumbrada a comentarios agradables como: "Muchas gracias por la exposición" o "Gracias a la I. Municipalidad de Viña por esto, atte. el Alcalde de Chunonilandia que por primera vez ve algo tan bello porque su ciudad no hay nada como esto" (mirando en menos a su propia ciudad, típico); me enuentro con un pequeño testamento donde había un reclamo por la "extrema seguridad del Palacio", señalando que las líneas amarillas que mantienen distancia con las obras eran inapropiadas: "recuerden que estamos en un lugar cultural, no en el metro de Santiago". Bueno señora(no la conozco), le respondo a través de este blog, que las líneas amarillas en el metro incluso pueden ser olvidadas, si ud. quiere cruzarlas y "sufrir un accidente" es su problema, usted cuide su vida(si quiere) mientras nosotros cuidamos los cuadros, gracias. En realidad no soy tan pesada, y no lo digo tan en serio, pero si me preocupo de la seguridad. De hecho a un niñito se le ocurrió correr y apoyarse en el cuadro de Alberto Valenzuela Llanos, casi me da un infarto (y al guardia también, su trabajo estaba en juego). El punto es que no queremos ser "mala onda" al pedir que respeten las líneas, queremos cuidar nuestro trabajo e incluso algo más importante: nuestro patrimonio (suena cursi pero en realidad me importa).