
“¿Sabes cómo reconocer una buena canción? La buena canción es cuando sin darte cuenta estás moviendo los pies”. Dijo una vez serafín mientras sonaba de fondo una canción de regueton. Debo confesar que no estoy de acuerdo. Para mí el hecho de mover los pies no responde al hecho de que la canción sea buena o no. Se trata de un ritmo que inevitablemente resulta contagioso, independiente de que nos guste o no. Es muy común escuchar una canción que no es de nuestro agrado y aún así no poder dejar de cantarla por un rato (por ejemplo lo que pasa con canciones de comerciales). No quiero decir que con una canción que me guste yo no mueva los pies, una cosa no quita la otra.
Si a mí me preguntan cómo reconocer una buena canción, diría que es algo parecido a lo que me pasa cuando escucho una de mis canciones favoritas (“de la vida”): Soul metes body de Death cab for cutie. Lo que me pasa con esa canción (y otras) es que (no importa ni dónde ni cuándo) si la escucho me olvido de todo. Como dijo una vez un fanático de Silverchair: “cuando escucho el Diorama, somos el Diorama y yo”.
Es muy común que voy en la micro, prendo mi mp3 pensando en “esa canción” (sobre todo cuando se trata de la obsesión de la semana), y cuando llego a ella, incluso habiendo adelantado todas las anteriores, mi emoción es demasiada como para contenerla, pero sin saber darme cuenta, de alguna forma y en algún momento he llegado al final de la canción.
Se me olvidó que iba en la micro, mi destino, la señora que va en el asiento de al lado, mi mochila, la hora (con mi posible atraso) y la prueba de la tarde. Esa, seba, es para mí una buena canción.
No voy a poner el video de la canción, pero la pueden bajar con el compromiso de que la quieran tanto como yo.